Este profesor se nombro como curiosidad en la clase de los tipos de profesores. Fue una buena anécdota aquí la dejo:
LOS TRES TIPOS DE PROFESORES EN LA UNIVERSIDAD
Septiembre, reencuentro con los estudiantes universitarios. Hace 33 años comenzó mi contacto con la educación superior. Mirando atrás y valiéndome de una caricatura, pudiera clasificar a muchos profesores en tres categorías.
Así hay profesores que emplean año tras años las mismas notas, los mismos latigazos a autores y problemas que hace rato perdieron los dientes y los rugidos. Sus alumnos se van volviendo espectadores: de tanto aplaudir cuanto dice el profesor, se van pareciendo cada día más y más a los payasos. Ahora bien, estos estudiantes nunca bajan a la arena para acercarse a los animales. Siempre permanecen pasivos en sus asientos, más o menos entretenidos, y luego se van. Si discuten algo, nunca se trata de lo que ocurre bajo la carpa, tan sólo se limitan a quejarse de lo caros que están los boletos de entrada.
Otros profesores se parecen a una agencia de paseos, de ésas que organizan giras al parque zoológico. En estos paseos dirigidos los estudiantes conocen algunos animales vivos, sanos y bien comidos. Hay parques que reproducen el habitat natural de muchas especies. Pero todo el trato con los animales está limitado por los caminitos trillados que van de jaula a jaula. El paseo no tiene retos, uno puede ir conversando con los otros visitantes y comiendo maní, mientras disfruta el recorrido. Lo único desagradable es cómo huelen las jaulas. Las fieran rugen y enseñan los dientes, pero todo ocurre con la reja por el medio.
He tenido la dicha de haber sido alumno de profesores que no me llevaron a ningún circo de pueblo, ni a ningún zoológico, sino que se tiraron conmigo en paracaidas en la jungla de la vida y del saber. Yo caminaba detrás de ellos, mientras nos aleccionaban: -- aquí cada uno se responsable de sí mismo y del grupo. A la derecha pueden ver los huesos del Profesor Mengano que logró agarrarle una pata al león antes de que éste se lo comiera. Sólo queda este casco y tres artículos de revista, por si los quieren leer. Si alguien descubre una huella, que lo diga. Cada cual mantenga limpio y aceitado el fusil de su metodología, sólo dispondrá de dos o tres segundos desde que vea al animal hasta que le vuele encima. Aprenda todo lo que pueda sobre cada fiera y cada caminante, no sea que confunda las huellas. Aprenda a orientarse en la jungla y a vivir de ella. Mantenga alerta sus sentidos y a distinguir los sonidos. Nadie conoce a las fieras en su propio habitat sin padecer arañazos, sed, sudor y calambres por las horas inmóviles detrás de una mata, para luego correr como un desesperado detrás de alguna fiera, sin acercarse tanto al animal que se vire y se lo coman a uno con todo y fusil, sin alejarse tanto que le pierda el rastro. Nunca olvide que usted comparte con ellas la misma jungla, y el que no sepa leer las huellas en el suelo, muy pronto se verá en el cielo.--
Ahora, al comenzar otro año escolar, lucho internamente contra todo lo que en mí aspira al fácil adocenamiento del domador de circo. Renuncio a organizar un paseo al zoológico y alisto mi paracaídas, mientras recuerdo con afecto a los profesores que creyeron tanto en mí que se atrevieron a llevarme con ellos a la jungla fascinante del saber y de la vida.
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