sábado, 11 de enero de 2014

Manuel Maza

Este profesor se nombro como curiosidad en la clase de los tipos de profesores. Fue una buena anécdota aquí la dejo:
LOS TRES TIPOS DE PROFESORES EN LA UNIVERSIDAD
Septiembre, reencuentro con los estudiantes universitarios. Hace 33 años comenzó mi contacto con la educación superior. Mirando atrás y valiéndome de una caricatura, pudiera clasificar a muchos profesores en tres categorías.
   He conocido profesores que se asemejan a un viejo domador de circo de pueblo, con varios payasos, dos trapecistas, un león, un elefante y tres monos. El león está enfermo, flaco, le faltan 10 dientes y tiene tanta hambre que ya ni ruge. Una noche se quedó la reja abierta y no salió. Los trapecitas repiten para espectadores distintos las mismas piruetas de hace 15 años. Los animales realizan siempre los mismos números: el domador mete la cabeza dentro de la boca del león y corre más peligro de morirse del mal aliento que de una mordida. El elefante le pone el pie en el pecho al domador, número peligroso, porque está tan débil que pudiera desplomársele encima. Los monos salen tres veces en el programa con trajes distintos, pero son los mismos monos. Usted vio un show, ya los vio todos. La única emoción ocurre cuando el domador se confunde. A veces anuncia con voz estentórea: ¡Y ahora el león de Afríca! Y salen los monos vestidos de "belly dancers" en medio de la risotada general.
   Así hay profesores que emplean año tras años las mismas notas, los mismos latigazos a autores y problemas que hace rato perdieron los dientes y los rugidos. Sus alumnos se van volviendo espectadores: de tanto aplaudir cuanto dice el profesor, se van pareciendo cada día más y más a los payasos. Ahora bien, estos estudiantes nunca bajan a la arena para acercarse a los animales. Siempre permanecen pasivos en sus asientos, más o menos entretenidos, y luego se van. Si discuten algo, nunca se trata de lo que ocurre bajo la carpa, tan sólo se limitan a quejarse de lo caros que están los boletos de entrada.
   Otros profesores se parecen a una agencia de paseos, de ésas que organizan giras al parque zoológico. En estos paseos dirigidos los estudiantes conocen algunos animales vivos, sanos y bien comidos. Hay parques que reproducen el habitat natural de muchas especies. Pero todo el trato con los animales está limitado por los caminitos trillados que van de jaula a jaula. El paseo no tiene retos, uno puede ir conversando con los otros visitantes y comiendo maní, mientras disfruta el recorrido. Lo único desagradable es cómo huelen las jaulas. Las fieran rugen y enseñan los dientes, pero todo ocurre con la reja por el medio.
   He tenido la dicha de haber sido alumno de profesores que no me llevaron a ningún circo de pueblo, ni a ningún zoológico, sino que se tiraron conmigo en paracaidas en la jungla de la vida y del saber. Yo caminaba detrás de ellos, mientras nos aleccionaban: -- aquí cada uno se responsable de sí mismo y del grupo. A la derecha pueden ver los huesos del Profesor Mengano que logró agarrarle una pata al león antes de que éste se lo comiera. Sólo queda este casco y tres artículos de revista, por si los quieren leer. Si alguien descubre una huella, que lo diga. Cada cual mantenga limpio y aceitado el fusil de su metodología, sólo dispondrá de dos o tres segundos desde que vea al animal hasta que le vuele encima. Aprenda todo lo que pueda sobre cada fiera y cada caminante, no sea que confunda las huellas. Aprenda a orientarse en la jungla y a vivir de ella. Mantenga alerta sus sentidos y a distinguir los sonidos. Nadie conoce a las fieras en su propio habitat sin padecer arañazos, sed, sudor y calambres por las horas inmóviles detrás de una mata, para luego correr como un desesperado detrás de alguna fiera, sin acercarse tanto al animal que se vire y se lo coman a uno con todo y fusil, sin alejarse tanto que le pierda el rastro. Nunca olvide que usted comparte con ellas la misma jungla, y el que no sepa leer las huellas en el suelo, muy pronto se verá en el cielo.--
   Ahora, al comenzar otro año escolar, lucho internamente contra todo lo que en mí aspira al fácil adocenamiento del domador de circo. Renuncio a organizar un paseo al zoológico y alisto mi paracaídas, mientras recuerdo con afecto a los profesores que creyeron tanto en mí que se atrevieron a llevarme con ellos a la jungla fascinante del saber y de la vida.

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